Parece increíble que un abusador no sepa que está cometiendo abuso sexual, pero es real, y ese fue mi caso, la primera vez que fui víctima, con sólo 4 añitos, es más, yo tampoco lo sabía...
La pasaban jugando todos los días, él le enseñó incluso a andar en bicicleta, jugaban a montar toros, iban al campo a cazar con resorteras, andaban de aquí para allá, a veces solos, a veces con más niños de la familia, pero las diferencias de edades eran marcadas, la niña más pequeña del grupo estaba por cumplir 3 añitos apenas, el niño más grande 15 o 16, yo era la de cuatro, que veía a los grandes con mucha admiración porque todo lo hacían con gran maestría, andaban en bici a la perfección, construían papalotes mágicos y los hacían volar por los cielos, a veces íbamos al represo de agua o al manantial, se lanzaban clavados como los profesionales, las canicas y los trompos era lo mejor, ¡¿Cómo alguien podía hacer bailar un trompo sobre la palma de la mano?!. Wow, todo maravilla e impresiona a un pequeño ser de 4 añitos, que apenas está descubriendo con su inocencia el mundo. Los grandes son misteriosos pero se les ve como súper héroes, todo lo que ellos hacen lo quieres hacer también.
Papá se había ido hacía tiempo, sólo vivíamos con mamá y la "amabuelita" que era como decíamos a mi abuela materna, los tíos y otros primos.
Un día, uno de los mayores, de 11 o 12 años, propio del inicio de la pubertad, decide saciar su curiosidad sexual conmigo, los flashazos que vienen a mi mente son turbios, muy pocos son claros y prefiero no ser explícita al mencionarlos, sólo sé que no fue una, ni dos, ni tres, fueron varias ocasiones. Me sentía cómplice de algo que no entendía pero me daba ansiedad por saber más, luego me daba mucha vergüenza, culpa, y la sensación de estar sucia. No tengo claro si las experiencias fueron durante varios años, lo que sí tengo claro es que generó un trauma en mí, que explotó cuando fui mayor.
Recuerdo bien al primer niño del que me enamoré, estuve enamorada toda la primaria y toda la secundaria de él. Lo más excitante es que pertenecía al mismo grupo de amiguitos que yo. Tal vez habría tenido oportunidad con él, a no ser porque cuando teníamos 8 años aproximadamente, estábamos viendo juntos por la ventana del salón de clase a una chica mayor, que al parecer a él le gustaba.
-¿Te parece bonita?
-Si
-¿Pero te imaginas tu pajarito y su cosota? No creo que tú le puedas gustar.
Me volteó a ver como si le hubiese hablado en otro idioma.
-¡¿Qué dices?!
-Si, tú debes tener un pene muy chiquito y ella ya va en sexto, seguro tiene una cosa muy grande entre sus piernas.
Me volteó a ver como si fuera un demonio quien le decía toda esa sarta de tonterías, se dio media vuelta y se fue a sentar a su pupitre.
A mi no me pareció aberrante lo que decía, y es que es normal tener expresiones de ese tipo cuando has sido un niño abusado sexualmente y expuesto a situaciones sexuales que no corresponden a un niño.
Así fue como perdí a mi primer amor, pero no es esa la médula de esta entrada. Sino hacerles saber, que un niño puede estar abusando sexualmente de otro niño más pequeño y no saberlo, no ser consciente del daño emocional, psicológico y energético que le está causando a ese otro pequeño. Todo por la necedad o inseguridad o tabúes e incluso creencias religiosas que hay en los padres al no querer hablar de sexualidad con sus hijos, no cuando ya son adolescentes que casi saben más que los papás, sino desde pequeñitos, 3 años o menos, con un lenguaje apropiado a su edad y con temas acorde a sus años, por supuesto. Pero hacerlo, los niños merecen, tienen derecho a una correcta educación sexual, porque somos seres sexuales por naturaleza y los niños exploran su sexualidad desde bien pequeñitos. Ahora bien, debo aclarar que es normal y está bien los jugueteos y exploraciones sexuales entre los niños, pero niños de las mismas edades, eso es parte del desarrollo y no hay que escandalizarse. El problema surge cuando un niño mayor explora con uno mucho más pequeño, tal como fue mi caso, porque obviamente las inquietudes sexuales de un niño de 11 o 12 años, serán totalmente diferentes a las de un pequeño de 4, cometiendo, sin saberlo ambas partes, un abuso sexual que deja las mismas secuelas, traumas y daños que deja cualquier abuso sexual.
La pasaban jugando todos los días, él le enseñó incluso a andar en bicicleta, jugaban a montar toros, iban al campo a cazar con resorteras, andaban de aquí para allá, a veces solos, a veces con más niños de la familia, pero las diferencias de edades eran marcadas, la niña más pequeña del grupo estaba por cumplir 3 añitos apenas, el niño más grande 15 o 16, yo era la de cuatro, que veía a los grandes con mucha admiración porque todo lo hacían con gran maestría, andaban en bici a la perfección, construían papalotes mágicos y los hacían volar por los cielos, a veces íbamos al represo de agua o al manantial, se lanzaban clavados como los profesionales, las canicas y los trompos era lo mejor, ¡¿Cómo alguien podía hacer bailar un trompo sobre la palma de la mano?!. Wow, todo maravilla e impresiona a un pequeño ser de 4 añitos, que apenas está descubriendo con su inocencia el mundo. Los grandes son misteriosos pero se les ve como súper héroes, todo lo que ellos hacen lo quieres hacer también.
Papá se había ido hacía tiempo, sólo vivíamos con mamá y la "amabuelita" que era como decíamos a mi abuela materna, los tíos y otros primos.
Un día, uno de los mayores, de 11 o 12 años, propio del inicio de la pubertad, decide saciar su curiosidad sexual conmigo, los flashazos que vienen a mi mente son turbios, muy pocos son claros y prefiero no ser explícita al mencionarlos, sólo sé que no fue una, ni dos, ni tres, fueron varias ocasiones. Me sentía cómplice de algo que no entendía pero me daba ansiedad por saber más, luego me daba mucha vergüenza, culpa, y la sensación de estar sucia. No tengo claro si las experiencias fueron durante varios años, lo que sí tengo claro es que generó un trauma en mí, que explotó cuando fui mayor.
Recuerdo bien al primer niño del que me enamoré, estuve enamorada toda la primaria y toda la secundaria de él. Lo más excitante es que pertenecía al mismo grupo de amiguitos que yo. Tal vez habría tenido oportunidad con él, a no ser porque cuando teníamos 8 años aproximadamente, estábamos viendo juntos por la ventana del salón de clase a una chica mayor, que al parecer a él le gustaba.
-¿Te parece bonita?
-Si
-¿Pero te imaginas tu pajarito y su cosota? No creo que tú le puedas gustar.
Me volteó a ver como si le hubiese hablado en otro idioma.
-¡¿Qué dices?!
-Si, tú debes tener un pene muy chiquito y ella ya va en sexto, seguro tiene una cosa muy grande entre sus piernas.
Me volteó a ver como si fuera un demonio quien le decía toda esa sarta de tonterías, se dio media vuelta y se fue a sentar a su pupitre.
A mi no me pareció aberrante lo que decía, y es que es normal tener expresiones de ese tipo cuando has sido un niño abusado sexualmente y expuesto a situaciones sexuales que no corresponden a un niño.
Así fue como perdí a mi primer amor, pero no es esa la médula de esta entrada. Sino hacerles saber, que un niño puede estar abusando sexualmente de otro niño más pequeño y no saberlo, no ser consciente del daño emocional, psicológico y energético que le está causando a ese otro pequeño. Todo por la necedad o inseguridad o tabúes e incluso creencias religiosas que hay en los padres al no querer hablar de sexualidad con sus hijos, no cuando ya son adolescentes que casi saben más que los papás, sino desde pequeñitos, 3 años o menos, con un lenguaje apropiado a su edad y con temas acorde a sus años, por supuesto. Pero hacerlo, los niños merecen, tienen derecho a una correcta educación sexual, porque somos seres sexuales por naturaleza y los niños exploran su sexualidad desde bien pequeñitos. Ahora bien, debo aclarar que es normal y está bien los jugueteos y exploraciones sexuales entre los niños, pero niños de las mismas edades, eso es parte del desarrollo y no hay que escandalizarse. El problema surge cuando un niño mayor explora con uno mucho más pequeño, tal como fue mi caso, porque obviamente las inquietudes sexuales de un niño de 11 o 12 años, serán totalmente diferentes a las de un pequeño de 4, cometiendo, sin saberlo ambas partes, un abuso sexual que deja las mismas secuelas, traumas y daños que deja cualquier abuso sexual.
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